Agosto

Calor, olor a pino, a rocas secas y saladas, olor a caracoles y pulpos de mil brazos, a caminos de arena, muros como cintas interminables de piedra colocados con mimo, mi curiosidad impaciente mirándolo todo mientras corro y juego con mis hermanos, camino a la cala profunda de escaleras robadas a la piedra. “Los años felices”, repetía mi padre solemne en sus afirmaciones proféticas.

Aimée Joaristi

An image of withdrawal 2. 2022. Fotografía e intervención digital

An image of withdrawal. 2022. Fotografía e intervención digital

Estoico. 2022. Fotografía e intervención digital

Silence. 2022. Fotografía e intervención digital

Nocturno. 2022. Fotografía e intervención digital

Túnel. 2022. Fotografía e intervención digital

Viaje. 2022. Fotografía e intervención digital

Camino. 2022. Fotografía e intervención digital

Jade. 2022. Fotografía e intervención digital

El viaje es una las experiencias priorizadas en la vida de la artista cubano-costarricense Aimée Joaristi. Se ha hecho una costumbre, casi un compromiso, que cada mes de agosto ella emprenda un periplo por la impresionante geografía del Mediterráneo, la mayoría de las veces en un velero por vía marítima. La elección de agosto para este recorrido encierra dos significados personales importantes: por un lado, se trata de la fecha de su onomástico; y por el otro, es un período del año en el que su memoria activa los recuerdos particulares de la infancia, las nostalgias de aquellos días cuando viajaba también con sus padres por los cálidos paisajes de la zona. 

Aimée utiliza estos viajes al Mediterráneo como alternativas de distención, andanzas y descubrimientos personales, en compensación a esa estancia suya -casi “monástica”- durante todo el año en su finca de Costa Rica, entregada por completo a los empeños de la arquitectura y la pintura. Pero, como ha de suponerse, el viaje es un modo idóneo para mantener la autenticación de algunas evocaciones personales, evocaciones que nutren de contenido a su patrimonio de alegorías.

Ella realiza reinterpretaciones formales y estéticas de cada sitio de impacto dentro de su recorrido, tal como hace con el propio entorno costarricense; y con ello va enriqueciendo sus nociones representativas dentro del paisaje de naturaleza, un género permanente en su trabajo. La forma más práctica de hacer este registro es empleando la fotografía con su teléfono móvil, ya que no puede cargar con sus pinceles, caballetes y lienzos; si pudiera, estoy seguro de que lo haría con gusto, a la usanza del antiguo “pintor de campo”. Y no estoy exagerando la metáfora, pues Aimée Joaristi tiene una especie de mirador fijo, de estudio-atalaya en medio de las montañas de Costa Rica, desde donde otea, escudriña día tras día, el movimiento perpetuo de la naturaleza.

Especialmente a través de la fotografía digital Aimée Joaristi va consolidando sus conceptos en torno al reflejo de la luz artificial y natural, al sentido de contraste entre la claridad y la penumbra, pues muchas de esas imágenes han sido concebidas por ella en el lapso comprendido entre el crepúsculo y la noche profunda. Estas indagaciones fotográficas, acompañadas de singulares manipulaciones de velocidad de captura y difuminado, han sido vitales a mi juicio para la consolidación de sus conceptos vinculados al valor y la luminancia de la imagen bidimensional, y en buena medida también para la readaptación compositiva de estructuras y ambientes abstractos. La serie Umbrías, que se exhibió recientemente en al Museo La Neomudéjar, España, es un buen ejemplo de estos interesantes ejercicios de interacción y aprendizaje que se vienen produciendo desde hace ya algún tiempo, sobre todo entre la fotografía y la pintura. 

No cabe dudas que la fotografía ha sido un campo fértil para la experimentación técnica y conceptual de Aimée Joaristi en torno al género paisaje; pero su funcionalidad no se limita solo a ese aspecto pragmático. Se ha convertido también en una herramienta, un campo de acción creativo protagónico, suficiente; una oportunidad de excepción para continuar aguzando la sensibilidad particular de la autora, su mirada; su obsesión por transformar la escena objetiva en algo surreal, místico; para reforzar el proceder histriónico de sus métodos de composición y diseño (estrechamente vinculados también a su labor de interiorismo y ambientación); para continuar reconociendo el valor de prominencia de la arquitectura en los lugares más inhóspitos; y sobre todo ha sido útil para reforzar esa voluntad poética, sublimadora de la realidad, propia y ajena, que atraviesa con fuerza toda su producción simbólica.

David Mateo
Crítico y curador de arte

Rayo. 2023. Fotografía e intervención digital

Sueño. 2023. Fotografía e intervención digital

La hora. 2023. Fotografía e intervención digital

Sed. 2023. Fotografía e intervención digital

Insomnio. 2023. Fotografía e intervención digital

Luna llena. 2023. Fotografía e intervención digital

Espera. 2023. Fotografía e intervención digital

Cruz. 2023. Fotografía e intervención digital

Belén. 2023. Fotografía e intervención digital

Neo. 2023. Fotografía e intervención digital

Cristo del sepulcro. 2023. Fotografía e intervención digital